Pedro Joaquín Chamorro
El escritor y columnista de La Prensa Humberto Belli en su artículo del lunes pasado se hace la pregunta ¿es indispensable la unidad?, pregunta que se responde con los resultados electorales de 1990, que han sido reconocidas como las elecciones más limpias, observadas y participativas que se han celebrado en Nicaragua en los casi 200 años de vida independiente.
Treinta años después, cualquier persona que hoy en día vaya caminando por la calle le dirá que durante aquella gesta cívica la oposición fue unida en la UNO que aglutinó a 14 partidos y organizaciones políticas contra el FSLN. Muchos jóvenes aún creen que solo hubieron dos contendientes, pero en realidad no fue así. Aparte de la UNO y el FSLN, corrieron 8 partidos en sus respectivas casillas, o sea que técnicamente hubieron 10 contendientes.
Aparte de Violeta Barrios de Chamorro que corrió en la casilla 1 y triunfó con el 54.74% de los votos y de Daniel Ortega que corrió en la 5 y obtuvo el 40.82%, ¿Quienes fueron los otros 8 candidatos presidenciales en 1990 y qué porcentaje de la votación obtuvieron?, vale decir que algunos de ellos aún son actores políticos en la coyuntura actual.
Por la verdad histórica, estos fueron los 8 contendientes, sus respectivos partidos y el porcentaje de votos obtenido: Erick Ramírez Benavente, Partido Social Cristiano (PCS) 1.18%; Issa Moisés Hassan Morales, Movimiento de Unidad Revolucionaria (MUR) .78%; Bonifacio Miranda Bengoechea, Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) .60%; Isidro Téllez Toruño, Movimiento de Acción Popular Marxista Leninista (MAP-ML) .57%; Fernando Bernabé Agüero Rocha, Partido Social Conservador (PSC) .41%; Blanca Rojas Echaverry, Partido Unionista Centroamericano (PUCA) .36%; Eduardo Molina Palacios, Partido Conservador Demócrata de Nicaragua (PCDN) .32% y Rodolfo Robelo Herrera Partido Liberal Independiente de Unidad Nacional (PLIUN) .22%.
Únicamente el Partido Social Cristiano de Ramírez Benavente y el MUR de Moisés Hassan lograron obtener un diputado cada uno.
Después de este ejercicio histórico, Belli concluye y a mi juicio acierta, que en las circunstancias actuales los sondeos de opinión indican que Ortega y su esposa no conseguirían superar el 30% de los votos y “lo que es indispensable entonces no es una oposición que aglutine a todas las organizaciones anti Ortega en las que hay muchas sopas de letras con insignificante membresía, sino a las más fuertes, organizadas y democráticas”.
“Lo que hace falta, agrega Belli, es que los sectores verdaderamente democráticos se aglutinen alrededor de un partido legalmente constituido, con tendido electoral que propongan a la nación un atractivo plan de gobierno, elijan pronto su fórmula presidencial – y también a candidatos a diputados que gocen de buenas credenciales y apoyo popular – y se lancen cuanto antes a recorrer todo el país proclamando su buena nueva”.
Habrán algunos que se quedarán fuera denigrando a los que participen en el proceso o participarán en una sopa de letras, pero no importa dice Belli, “que compitan por los votos”.
Otra lección del proceso electoral de 1990 es que no es la facilidad de constituir partidos políticos lo que trae la democracia, o la victoria sobre Ortega, evidentemente en 1990 hubo mucha facilidad de armar una “sopa de letras” que el final entre todos, solo lograron conquistar el 4.44% de los votos.
Resumiendo algunas lecciones sobre el triunfo electoral de las elecciones de 1990: no es la unidad absoluta lo que garantiza el triunfo, sino una unidad relativa entre los factores de mayor ponderación alrededor de una fórmula presidencial y un programa de gobierno que logre capturar la imaginación del pueblo para que pueda identificar en medio de la “sopa de letras” las verdaderas opciones para saber escoger con la sabiduría de 1990.
El autor es periodista, ex ministro y ex diputado