Jaime Rodríguez
Entiendo al pueblo nicaragüense cuando exige a los actores políticos de oposición, unirse para triunfar electoralmente sobre el partido de gobierno. Entiendo sus frustraciones ante el forcejeo que hace que esa unidad sea imposible de conseguir. Parece una situación terrible, de falta de conciencia y patriotismo. Los políticos de oposición, al parecer, están condenando al fracaso el futuro de Nicaragua.
Sin embargo, estamos aún en tiempo para reflexionar. ¿Qué tipo de unidad queremos? ¿Cuál sería su alcance y duración? ¿Cuáles son los resultados que pretendemos? Todo esto depende del objetivo que nos planteemos los nicaragüenses. En 1979 y 1990, aunque con métodos distintos, se logró el resultado inmediato de procesos de unidad del pueblo. Sin embargo, solo fue un interregno para el caudillismo, la corrupción y la dictadura, la triada de males endémicos que corroe nuestro futuro. ¡Derrotar dictaduras, per se, no trajo mayores resultados!
Las trampas como el cortoplacismo, desesperación generalizada y soluciones mediáticas, hacen que los nicaragüenses apoyemos procesos de unidad sin conciencia sobre el futuro, sin auscultar las verdaderas intenciones de los líderes que manejan su propia agenda. ¡Mitificar procesos y endiosar a sus actores ha traído graves consecuencias!
Es la tercera vez, en los últimos 41 años, que enfrentamos realidades similares. Para algunos quizá es motivo de orgullo y exaltan la capacidad de lucha y heroísmo del pueblo. Para otros, y me incluyo, debe ser motivo de preocupación, pues, estar lidiando frecuentemente con los mismos vicios, indica nuestra incapacidad de transformar nuestra cultura política para superarlos.
¿Cuál debe ser esta vez el objetivo? ¿Acaso una nueva Nicaragua? Si es así, quitar un gobierno solo es un paso más dentro de muchos que hay que dar. De forma, que la unidad, en este caso, no debe ser concebida solo para triunfar en una elección. Su mayor reto empieza después de ella.
Por consiguiente, la nueva unidad del pueblo no debe gravitar en los objetivos del 79 y del 90, sino que debe orbitar en función de un proyecto con visión de nación con el potencial trasformador democrático, lo que solo será posible conseguir con una alianza fuerte, que se mantenga unida antes y durante para poder triunfar y después, con mucha más razón todavía, para poder hacer todas las transformaciones que el país necesita.
Obviamente, esto no se logra forzando unidades que atentan contra la naturaleza ideológica misma de los involucrados y el ADN de la visión de sus integrantes. Lo que nazca forzado se desintegrará a la primera, volviendo a causar la frustración de todos. Pero repito, depende de lo que queramos. ¡Comprender esto es clave!
El autor es Presidente Departamental de Estelí de Ciudadanos por la Libertad