Mauricio Díaz Dávila.
Después de leer el artículo del ex presidente Vinicio Cerezo de Guatemala, actual Secretario General del SICA, en ocasión del 35 aniversario de la firma del Procedimiento para Establecer la Paz Firme y Duradera en Centroamérica, mejor conocido como Esquipulas II, constatamos que para Nicaragua fue una victoria pírrica, un show mediático, como se dice ahora, y la creación de unas metas y expectativas que nunca se cumplieron si nos remitimos a la letra, al espíritu y los resultados de los compromisos firmados por los presidentes Cerezo de Guatemala, Duarte de El Salvador, Azcona Hoyo de Honduras, Oscar Arias de Costa Rica y el perpetuo presidente ahora elevado a la categoría de dictador, Daniel Ortega de Nicaragua.
Estábamos en plena guerra fría. ¿Qué se firmó y cuáles fueron los compromisos de los mandatarios? Primero terminar con la guerra que asolaba la región por los movimientos armados desde la izquierda marxista leninista auspiciada, alentada, entrenada y armada desde Cuba y desde la retaguardia por la ex URSS. La URNG y el ORPA en Guatemala, el FMLN, en El Salvador, el movimiento popular de liberación Cinchoneros y el partido comunista en Honduras, y el Frente Sandinista de Liberación Nacional FSLN, en el poder en nuestro país, que servía como apoyo logístico al FMLN y a otros movimientos armados de la región centroamericana y en Sur América, particularmente en Perú con el MRTA.
Pasar de la guerra a la paz “firme y duradera” requería dejar atrás las situaciones de excepcionalidad que la lógica militar imponía a nuestros países, tales como los Estados de Emergencia Nacional, eufemística manera de llamar a regímenes militares donde la lógica de la guerra se imponía por sobre la civilidad. En Nicaragua el servicio militar, la censura a la prensa independiente, la represión a los partidos políticos y centrales sindicales independientes, persecución a la iglesia católica, conflictos con la empresa privada, todo en una “lógica” de confrontación con el “imperialismo norteamericano” al cual se le acusaba de ser el responsable de la inestabilidad y la violencia por su “intromisión en los asuntos internos” de nuestros países. Veníamos arrastrando el saldo rojo de lo actuado tras la caída de la dictadura somocista y la “lógica” que imponía la guerra entre contras y el ejército popular sandinista con sus secuelas: Las cárceles abarrotadas de prisioneros acusados de haber violado la ley de mantenimiento del orden y la seguridad pública, con sus ya famosos 30 años de pena máxima. El exilio y el empobrecimiento como resultados inmediatos. Éramos un polvorín.
¿Qué logró Esquipulas II? Desactivar los movimientos armados en Guatemala, El Salvador y Honduras donde éstos pasaron a la lucha política hasta llegar al poder el FMLN en El Salvador, al Congreso de Guatemala la URNG, y en Honduras a insertarse en la vida política. En Nicaragua la desmovilización y el desarme de la Resistencia Nicaragüense fue un triunfo neto del sandinismo.
Los compromisos firmados por Daniel Ortega en nombre del gobierno de Nicaragua, fueron mediatizados para evitar su cumplimiento “inexcusable” dice la letra. Amnistía, cese del fuego, elecciones libres fueron, entre otros, cumplidos a medias. A pesar de más de 50 leyes y decretos de indultos y amnistías parciales éstos estaban determinados por la voluntad del gobierno de los ochentas, de tal manera que, desde la Comisión Nacional de Reconciliación, creada por mandato de Esquipulas II, poco se podía hacer para lograr una verdadera reconciliación y transición hacia la democracia.
En nuestro caso, Nicaragua, el expresidente Cerezo y el presidente Daniel ortega, siguen en deuda: la deuda de honrar el compromiso de permitir para los nicaragüenses un país libre, democrático, en paz firme y duradera, lo que requiere ahora, este año, elecciones de verdad, libres y observadas nacional e internacionalmente.
El autor fue miembro de la Comisión Nacional de Reconciliación, creada por los Acuerdos de Paz Esquipulas II.