Los sucesos de los últimos días en la Iglesia San Miguel de Masaya y en la Catedral de Managua, además de la indignación y el repudio que merecen, deben llamarnos a la reflexión y obligarnos a tomar posición a cada uno frente a los antivalores que rigen a quienes están detentando el poder apoyados por una parte, aunque sea minoritaria, de la sociedad nicaragüense.
Hoy Nicaragua es un país donde aún las formas más heroicas y pacíficas de protesta como la huelga de hambre, así como las expresiones de solidaridad que son inherentes a nuestra naturaleza humana, son prohibidas y perseguidas por un Estado dictatorial.
Los nicaragüenses hemos presenciado durante estos días una serie de acciones que evidencian falta de humanidad, las cuales no pueden ser ignoradas ni justificadas:
- Aislar dentro de una iglesia durante nueve días a un grupo de madres de presos políticos, activistas de derechos humanos y un sacerdote, privándolos de los servicios básicos y de cualquier posibilidad de recibir alimentos o apoyo médico.
- Apresar y procesar judicialmente bajo cargos penales absurdos a un grupo de ciudadanos por tratar de llevarles agua.
- Imponer el estado de terror en toda una ciudad para impedir que se les brinde auxilio.
- Atacar las iglesias donde los feligreses han expresado solidaridad, llegando al extremo de ocupar violentamente la Catedral de Managua y agredir a un sacerdote.
Los ataques contra la Iglesia Católica, el encarcelamiento de opositores y las agresiones contra familiares de presos políticos y víctimas de la represión, no son nuevos en nuestra historia reciente y debe preocuparnos como sociedad que haya nicaragüenses que justifiquen y hayan justificado más de una vez este tipo de acciones inhumanas en aras de un beneficio económico, de un proyecto político o de la fidelidad a un caudillo.
No hay ninguna causa social, ni ningún proyecto político que pueda construirse sobre la base de la destrucción del ser humano y del irrespeto a los derechos básicos del individuo.
Cualquier persona o grupo que pretenda sacrificar la libertad de las personas por cualquier tipo de interés, incluso por un pretendido interés colectivo, merece nuestro repudio y debe ser alejada de posiciones de poder donde pueda causar daño.
Por eso, además de participar en el esfuerzo nacional para sacar del poder a esta dictadura, debemos cuestionarnos qué tipo de gobierno queremos tener, si queremos una Nicaragua fundada en la libertad de las personas o una Nicaragua gobernada por regímenes colectivistas que desde la izquierda nos siguen llamando a sacrificar la libertad y el pensamiento propio, en nombre de proyectos en los que no importa matar al ser humano de carne y hueso para construir al utópico hombre nuevo.
En medio del dolor y la indignación causados por las acciones de este régimen, los Ciudadanos por la Libertad no renunciamos a nuestro ideal de una Nicaragua con leyes justas y respetadas por todos y donde el éxito de la sociedad pueda construirse como la suma de los éxitos de cada persona en lo que se proponga hacer libremente.
En Ciudadanos por la Libertad, creemos en la solidaridad, en la paz, en la democracia, en el deber de todos de apoyar a los más vulnerables, en la inclusión y en las oportunidades para todos. Pero por sobre todas las cosas, creemos que estos valores sólo pueden hacerse realidad en sociedades construidas sobre la base de la libertad, donde la vida y los derechos de cada ciudadano sean siempre respetados.
El desenlace de lo sucedido en la iglesia San Miguel en la ciudad de Masaya, gracias a la oportuna gestión y mediación de Su Eminencia Reverendísima, Leopoldo José Cardenal Brenes, Arzobispo Metropolitano de Managua, con la concurrencia de Su Excelencia Monseñor Waldemar Stanislaw Sommertag, Nuncio Apostólico de Su Santidad el Papa Francisco, es digna de elogio y debe servirnos para encontrar rutas para una solución definitiva de la crisis que desde abril del año pasado nos agobia.
Nuestras oraciones para las madres y hermanas de presos políticos que pusieron en riesgo su salud y sus vidas en defensa de la libertad de sus familiares. Su lucha debe ser la de todos los nicaragüenses exigiendo la inmediata libertad de los presos políticos.
Nuestras oraciones y agradecimiento al Padre Edwin Román, un verdadero profeta y pastor al servicio de su rebaño.
Reiteramos nuestro llamado a que los nicaragüenses expresemos nuestra gratitud y cercanía a la Iglesia Católica uniéndonos con valor, fe y recogimiento a la jornada de oración en nuestras parroquias, sin ceder ante provocaciones y manipulaciones de los enemigos de la Iglesia.
Los Ciudadanos por la Libertad seguiremos exigiendo Una Navidad sin Presos Políticos y aportando al esfuerzo de todos para que en nuestra Nicaragua no haya nunca más dictadura.
¡Adelante Ciudadanos!