Pedro Joaquín Chamorro
Los ojos del mundo están nuevamente puestos sobre Nicaragua. No lo habían estado desde los años 80 durante la guerra de la contra y las negociaciones de Paz de Esquipulas II; a inicios de los 90 con el sorprendente triunfo electoral de mi madre Violeta Barrios de Chamorro; en breves ciclos electorales que sucedieron y en el 2018, con la insurrección cívica y la brutal represión con que fue contenida.
Cuando los ojos de la prensa mundial se focalizan sobre una nación, no es generalmente por buenas noticias, sino por catástrofes naturales o por calamidades causadas por los gobiernos, porque en los países donde las cosas van bien no hacen noticia.
El galardonado periodista Stephen Kinzer, quien como corresponsal del New York Times cubrió la guerra de la contra cuando yo era uno de los miembros del Directorio político de la Resistencia Nicaragüense, ha vuelto a fijar sus ojos en Nicaragua 35 años después, ahora como columnista del prestigioso diario “Boston Globe”, con un artículo cuyo título capturó mi atención: “lo irreal se ha convertido en realidad en Nicaragua”.
El encabezado que sintetiza el artículo en cuestión lee así: “Daniel Ortega, un tirano ermitaño ha ordenado el arresto de sus rivales políticos y conduce al país en una ruta que se torna cada día más oscura”.
Kinzer se ayuda a visualizar una tiranía tropical perfecta con el galardonado escritor y Premio Nobel de Literatura 1982, Gabriel García Márquez, quien describe las dictaduras del Caribe y confiesa que cada línea de sus escritos es basada en la realidad: “yo no inventé nada, explica Márquez, la realidad caribeña supera la más lúcida imaginación”.
“García Márquez nunca visitó Nicaragua, afirma Kinzer, no tuvo que hacerlo. Por décadas este país fue gobernado por una familia que mantenía a los prisioneros en jaulas al lado de leones y arrojaba sus cuerpos a un volcán. El tirano de hoy, Daniel Ortega, está perfeccionando su estilo de otro mundo. Con su estilo estrafalario adornado, con toques y creencias esotéricas, que desafía y corta a su país de la realidad, se convierte en otro de una línea de déspotas caribeños”.
Kinzer resalta en su artículo el alzamiento de la población contra el régimen en abril del 2018, la manera brutal que fue reprimida con más de 300 muertos y ahora, enfrentado ante un proceso electoral, Ortega ha enviado a la cárcel a más de una docena ciudadanos opositores, incluyendo a cuatro que se habían atrevido (5 ahora con Miguel Mora) a anunciar sus pretensiones de enfrentarlo en las elecciones del 7 de noviembre.
Las detenciones que a diario se van sumando son más graves y violatorias a los derechos humanos porque los ciudadanos son colocados en un régimen de total aislamiento, sin permitirles el derecho a la defensa y como si fuera poco, a la mayoría se les receta 90 días de cárcel mientras son investigados, es decir: son declarados culpables a priori mientras se les acusa y demuestra su culpabilidad.
Esta situación, que a diario nos hace levantar con sobresalto, como si viviéramos una pesadilla con el encarcelamiento de opositores sin derecho a la defensa, no se había visto ni en tiempos de Somoza y justifica el título de Stephen Kinzer, “lo irreal se ha vuelto la realidad en Nicaragua”.
Como en la novela política de ficción “1984” de George Orwell, estamos viviendo una nueva novela de suspenso con un diario capítulo que desafía nuestra imaginación, como el de la noche de terror de la esposa e hija de Humberto Belli. Como decía Márquez “la realidad caribeña supera la más lúcida imaginación”.
Pero no todo es negro en esta novela de nuestras vidas presentes, los obispos nos han dado un halo de esperanza. Dijo Monseñor Báez en su homilía: “cada sociedad es como una barca donde todos navegamos juntos y donde todos somos responsables unos de otros. Es necesario no dejar de remar y darnos ánimo recíprocamente. La hora de la tormenta es la hora de la solidaridad. La barca de la sociedad estará más segura si en ella navega un pueblo que no es indiferente”.
El autor es periodista, ex ministro y ex diputado