Con el encarcelamiento de Pedro Joaquín Chamorro, el régimen sigue avanzando en esta escalada represiva, que está convirtiendo a Nicaragua en una gran cárcel.
Los Ciudadanos por la Libertad, junto a la mayoría de los nicaragüenses, hemos venido denunciando y condenando desde el inicio esta nueva campaña de criminalización, odio y violación de derechos humanos.
El encarcelamiento de Pedro Joaquín Chamorro nos duele y nos indigna particularmente porque, además de ser un periodista y político intachable, es uno de los fundadores de este Partido.
Durante años, Pedro Joaquín, en su columna semanal del Diario La Prensa, ha sido una voz, serena pero firme, reclamando contra los abusos del régimen cuando otros callaban o los justificaban, y ha sido una voz de esperanza para Ciudadanos por la Libertad, defendiendo la legitimidad de nuestra lucha cívica, cuando muchos no la conocían o pretendían invisibilizarnos.
Por eso hoy, desde la Alianza Ciudadanos por la Libertad, además de denunciar su injusto encarcelamiento, solidarizarnos con su familia y exigir su liberación y la de los más de 130 presos políticos, estamos reafirmando nuestro compromiso con seguir firmes en la lucha cívica por la libertad, a la que Pedro Joaquín le ha dedicado muchos años de su vida.
Y estoy segura de que, si Pedro Joaquín estuviera aquí, nos diría que eso es lo correcto.
Quienes están equivocados y deberían rectificar son los que pretenden arrastrar a Nicaragua a los horrores de las dictaduras militares y los regímenes comunistas del siglo pasado, persiguiendo periodistas, asaltando medios de comunicación, secuestrando a media noche a opositores y manteniéndolos encerrados en asilamiento, sin derecho siquiera a asistencia legal y médica.
Este es el mismo guión fracasado de todas las dictaduras que durante décadas provocaron dolor y atraso a sus pueblos, pero terminaron desapareciendo en el basurero de la historia.
Es absurdo que este régimen, a falta de apoyo popular, base su estrategia electoral en encerrar a sus opositores. Parecen no darse cuenta que la oposición no es un pequeño grupo, sino una inmensa mayoría; y que, cuando los opositores conocidos ya no alcancen en las cárceles, va a seguir libre el mismo 70 por ciento de ciudadanos que los rechaza.
Y esa mayoría, votando unida, va a ser una realidad electoral innegable, imposible de esconder.
Quienes se aferran al poder mediante la violencia, solamente están avanzando por un callejón sin salida. Por eso, nuestro llamado al régimen de Daniel Ortega y a sus seguidores, que ya sabemos que no creen en la democracia ni en los derechos humanos, es un llamado a la sensatez y a la cordura. Que el ansia desmedida de poder no los lleve a destruir un país del que ellos y sus familias también son parte.
Este régimen será el responsable si no brinda las condiciones básicas para que los nicaragüenses podamos ir a votar libremente y escoger a quienes ofrezcan mejores alternativas al país.
Igualmente responsables serían quienes decidan claudicar de esta lucha cívica, sabiendo que es el único camino válido y posible para instaurar un sistema democrático.
No es aceptable que en estos momentos críticos, quienes tenemos mayores responsabilidades con Nicaragua por haber asumido liderazgos sociales, económicos, políticos o gremiales, nos hagamos a un lado por miedo a los riesgos o, peor aún, le digamos a los nicaragüenses que ya todo está perdido y no queda otro camino que el de la dictadura y la pobreza.
En la Alianza Ciudadanos por la Libertad no vamos a tomar ni el camino de la indiferencia, ni el camino de la desesperanza, porque creemos que, si todos los nicaragüenses juntamos nuestros esfuerzos, podemos alcanzar la libertad sin más dolor ni violencia, por la única vía posible, que es exigiendo y ejerciendo nuestro derecho a elegir mediante el voto, en elecciones libres y transparentes.
Y reafirmamos esta decisión en momentos muy difíciles, cuando nuestros líderes locales están bajo constante hostigamiento y pareciera que se está tratando de asfixiar financieramente a la oposición política, al no poder conseguir hasta ahora, ni siquiera mediante préstamos, los recursos necesarios para promover y defender el voto.
Nuestro compromiso va más allá del fin de esta dictadura y por eso también hemos insistido en la necesidad de reflexionar sobre las propuestas y las acciones en que debe basarse la construcción de la Nicaragua que queremos. Porque avanzar a ciegas, sin ideas ni objetivos claros, nos ha llevado más de una vez a regresar, como ahora, a tiempos oscuros, que ya creíamos superados en nuestra historia.
Hoy el mundo ve con asombro a Nicaragua en una situación muy parecida a la que sufrimos durante la dictadura de Somoza y la primera dictadura sandinista.
Y ante esta realidad, los nicaragüenses tenemos la responsabilidad de demostrarle al mundo que somos capaces de juntarnos para construir una democracia duradera, donde podamos trabajar en libertad para superar la pobreza y donde los derechos humanos de todos sean respetados.
Y ese ideal, que es compartido por una inmensa mayoría, es lo que nos anima a seguir firmes en esta lucha cívica.